Cuando hablé con Celia y Miguel para decidir cómo hacer la sesión de postboda, me comentaron que para ellos lo más importante es que participase en ella su perro Max.
Le adoptaron pocos meses antes de la boda, y aunque estaba siendo un proceso largo de sociabilización debido a las malas experiencias vividas por Max en su pasado, ya era parte de ellos, su familia, y querían que esto se viese reflejado en las fotos.
Como conocían mi extensa experiencia en reportaje de estudio para parejas, fue lo primero que les vino a la mente, pero tras darles la opción de tener ambas posibilidades, decidieron hacer parte de la sesión en estudio y parte en exteriores.
Y en efecto hicimos dos partes de la postboda bien diferentes. En esta primera, veréis que la orientamos como una sesión de pareja, donde las ideas giraron en torno a sus profesiones, la pasión de Miguel por la música y Max, ese ángel que les había caído del cielo.
Contamos con la ayuda del padre de Miguel, quien estuvo atendiendo a Max a cada momento.